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SANTIAGO, Chile
Somos un matrimonio católico chileno, compuesto por Juan Rajs Grzebien, Corredor de Propiedades y Helicicultor y Nina Mónica Ramírez Donders, Profesora de Religión y Moral, Habilitada en Filosofía y Educadora de Párvulos, nuestra intención es promover la Doctrina y Cultura Católicas. Para mí, Juan Rajs, mi mayor orgullo y mi gran inspiración es Ninita, mi esposa, mi Dulce y Tierno regalito de Jesús como yo la llamo, no ceso de alabar a Dios por habermela concedido desde la eternidad, para amarla, respetarla y cuidarla siempre.

miércoles, 31 de octubre de 2012

EVANGELIO DEL DOMINGO

XXXIº DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN
                                           DE LA IGLESIA







“EL DOMINGO DEL AMOR DE DIOS”

DOMINGO 04 DE NOVIEMBRE DE 2012

PRIMERA LECTURA.

TOMADA DEL LIBRO
DEL DEUTERONOMIO 6, 2-6

En aquellos días, habló Moisés al pueblo y le dijo:

Teme a Yahvé tu Dios, guardando todos los preceptos y mandamientos que y Yo te prescribo hoy, tú, tu hijo y tu nieto, todos los días de tu vida, y así se prolonguen tus días. Escucha, Israel; cuida de practicar lo que te hará feliz y por lo que te multiplicarás, como te ha dicho Yahvé, el Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé. Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que Yo te dicto hoy.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
18 (17), 2-4. 18

R.: YO TE AMO SEÑOR,
TÚ ERES MI FORTALEZA

Yo te amo, Señor,
Tú eres mi fuerza,
El Dios que me protege
Y me libera  R.:

Tú eres mi refugio, mi salvación,
mí escudo, mí castillo.
Cuando invoqué al Señor
de mi esperanza,
al punto me libró
de mi enemigo  R.:

Bendito seas, Señor,
que me proteges;
que Tú, mi salvador,
seas bendecido   R.:

Tú concediste al Señor
grandes victorias
y mostraste tu amor
a tu elegido  R.:

SEGUNDA LECTURA.

TOMADA DE LA CARTA
A LOS HEBREOS 7, 23-28

Hermanos:

Aquellos sacerdotes fueron muchos, porque la muerte les impedía perdurar. Pero Éste posee un sacerdocio perpetuo porque permanece para siempre. De ahí que pueda también salvar perfectamente a los que por Él se allegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor. Así es el Sumo Sacerdote que nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos, que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo realizó de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Es que la Ley instituye Sumos Sacerdotes a hombres frágiles: pero la palabra del juramento, posterior a la Ley, hace el Hijo perfecto para siempre.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

¡ALELUYA!

El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y haremos en él nuestra morada, dice el Señor
(Jn 14, 23)

¡ALELUYA!

EVANGELIO.

EVANGELIO DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN MARCOS 12, 28-34

En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó:

“¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús le contestó: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos”. Le dijo el escriba: “Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”.  Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

Palabra de Dios.
¡Gloria y honor a Ti, Señor Jesús!

AMAR SIN ESPERAR NADA A CAMBIO.

¿Qué mandamiento es el primero de todos?
 
Sabiendo que la Ley contenía alrededor de 613 mandamientos, un escriba le hace a Jesús una pregunta absurda: “¿Cuál es el principal mandamiento?” La pregunta parece cargada de inocencia, pero era delicada hasta el extremo. Porque los doctores judíos no acababan de resolver nunca el intrincado problema. Jesús responde: “El Señor Dios nuestro es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Hasta aquí, los enemigos podían estar acordes con Jesús. Era un pasaje tomado de Moisés, que todos los judíos recitaban cada día como la primera oración, y aún hoy la repiten con una gran fe. Pero Jesús sigue, sin interrupción, con una segunda parte inesperada: “El segundo mandamiento es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús da un paso más, y cierra para siempre la cuestión tan debatida en las escuelas de los rabinos. La novedad de Jesús es asemejar este mandamiento primero al segundo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús amplia este amor también hacia el extranjero, e incluso al enemigo. No por casualidad en el evangelio paralelo de Lucas viene a continuación la explicación de qué entiende Jesús como prójimo en la parábola del Buen Samaritano. Jesús no invita a ir en contra de la Ley, sino a situarnos más allá de ella, por encima de ella.

Dimensión vertical y horizontal del amor.
 
Muchas veces oímos en la Iglesia el Evangelio sobre el mandamiento del amor. Es natural, pues constituye la quintaesencia del mensaje de Jesús. Si aprendemos bien esta lección, lo sabemos todo. Si ignoramos esta página, no sabemos nada. Jesús juntó los dos mandamientos más importantes que no aparecían unidos en la ley. Uno, el del amor a Dios. El otro, el del amor al prójimo, para así demostrar su conocimiento de la ley y resumirla toda en una síntesis magistral del mandamiento principal. Se trata de amar, no como yo me amo, sino a la medida del amor con que Jesús nos amó. Jesús asoció el mandamiento del amor a Dios con el mandamiento del amor al prójimo, y los presentó como inseparables. La Alianza entre Yahvé y el pueblo de Israel tenía dos dimensiones: la vertical y la horizontal: fidelidad a Dios y cuidado de los pobres y los forasteros. La Alianza les recordaba a los Israelitas que Dios los amaba y que ellos tenían que compartir ese amor con todo el pueblo de Dios.

El amor-ágape

El amor-eros se refiere al amor de pareja, hombre-mujer, mujer-hombre. Es el amor reflejado hacia la intimidad de pareja. Sexualmente es un amor erótico. El amor-filial es el amor dirigido hacia las personas más allegadas (familiares, amigos y personas allegadas). Es un amor entre personas conocidas, de estima para la vida de uno. Este amor depende de las emociones y circunstancias involuntarias. El amor-ágape es el amor más grande que puede haber, es el amor que proviene de Dios, del cual Él es el origen, el medio y el fin. La palabra ágape denota una buena voluntad que siempre busca el bien de la otra persona y no el suyo, no importa lo que haga; es un amor sacrificado que da sin pedir nada a cambio. El amor ágape depende más de la voluntad que de la emoción, es un amor incondicional de Dios para el mundo. Es el amor de Dios, de éste depende todo. Se evidencia claramente en la profunda entrega que Dios Padre tuvo para con la humanidad al darnos a su único Hijo para perdón de nuestros pecados. El amor total de Dios nos capacita para amarnos a nosotros mismos y a nuestro prójimo. El amor no es un sentimiento, es una decisión. Al decidir amar a una persona se decide honrarla con actos de amor sin importar nuestros sentimientos. ¿Cómo respondo a estos dos mandamientos en mi vida diaria? ¿Soy capaz de dejar a un lado los chismes y la envidia para convertirme en un agente de paz en mi familia, centro de trabajo o parroquia? Como escribió muy acertadamente Carlos Carretto en uno de sus libros “lo importante es amar”.

Dios es mi fortaleza.

En una sociedad donde abunda el anonimato, la soledad, el vacío de cariño, es necesario anunciar que “Dios es compasivo”. No basta con la justicia, con lo debido, hay que amar, porque el hombre de hoy necesita ser amado. Podemos gritar la respuesta del salmo: “Yo te amo, Señor, Tú eres mi fortaleza”. Pero el amor de Dios se hace visible y concreto en el amor al prójimo. Ya lo dice San Juan: “el que dice que ama a Dios y odia a su hermano es un mentiroso”. Al final de nuestra vida se nos examinará del amor, no de si hemos cumplido muchas leyes, o hemos ido mucho al templo, o si sabemos mucho de religión o de vidas de santos. Hemos de entender el amor como Cristo lo entendió: como auto donación, como entrega de uno mismo. Un amor que es "ágape", fraternidad. Vivir como hermanos supone asumir un nuevo estilo de vida, unos valores nuevos que nos llevan a vivir en comunión con los excluidos, los marginados, los preferidos de Dios. Quizá nos hace falta despojarnos de todo el ropaje legalista y rutilante con que hemos cubierto nuestra fe. En la Eucaristía celebramos el amor de Dios. Cada vez que nos reunimos para partir el pan debe avivarse en nosotros el amor a los necesitados. 

Esta es la esencia de nuestra fe.


Padre José Mª Martín, OSA
                   España
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Jesús nos bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina y Juan.

lunes, 29 de octubre de 2012

MINISTERIO DE SANACIÓN

Hemos encontrado este artículo acerca del Ministerio de Sanación o Curación, nos ha parecido muy interesante pues arroja muchas luces acerca de este tema tan importante para todos los cristianos y especialmente para los católicos seguidores de la espiritualidad de Pentecostés.
También nos ha movido a publicarlo, el haber leído un comentario acerca de la resignación con que un cristiano debe enfrentar su enfermedad, estamos totalmente en desacuerdo en ese punto, creemos que un cristiano resignado, no es un verdadero cristiano, sabiendo que tenemos un Dios Vivo, jamás debemos resignarnos a vivir nuestras enfermedades sin pedirle a Él que nos sane.
Una cosa muy diferente es asumir que uno padece de una determinada enfermedad y otra es dejarse abatir por ella, recordemos que Jesús es el amo de lo imposible y que para Él todo es posible. Por algo Él mismo nos dice que pidamos a tiempo y a destiempo.
Esperamos que este artículo sea de provecho para todos nuestros hermanos y en especial para aquellos que conforman la Renovación Carismática Católica en El Espíritu Santo.
Jesús nos bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina y Juan.
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MINISTERIO DE SANACIÓN

Desde la curación milagrosa pura y dura, hasta la liberación de hábitos nocivos, el don de sobrellevar con gozo la adversidad o una mejor labor del médico, la oración por los enfermos no solo es un deber cristiano sino origen de muchos bienes, que enumera el obispo Uribe Jaramillo.
Alfonso Uribe Jaramillo fue el obispo de Sonsón-Rionegro (Colombia) de 1968 a 1993, uno de los obispos participantes en el Concilio Vaticano II y uno de los impulsores de la Renovación Carismática en América.


En vísperas de la Jornada del Enfermo, que cada año se celebra el 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, retomamos una enumeración de frutos de la oración por los enfermos que él mismo experimentó cuando, ya siendo obispo, empezó a orar por ellos de manera regular. Lo tomamos de su librito ya casi inencontrable “Pastoral Renovada” (Librería Parroquial de Clavería, México).
Frutos del Ministerio de Sanación y la oración por los enfermos (por Mons. Alfonso Uribe Jaramillo).

Cuando se menciona hoy el ministerio de curación corporal como elemento valioso e integral de la pastoral se ponen los gritos en el cielo.

Por experiencia personal sé que si uno trabaja pastoralmente en este campo se expone a incomprensiones, críticas y burlas. Pero tengo que afirmar también que este ministerio le acerca a uno a sus hermanos de una manera especial y es fuente de compensaciones insospechadas. Lo único que lamento es haber descubierto tan tarde la importancia y la riqueza de este ministerio al que Jesús dedicó tanto tiempo y tanto amor. Muchas de las prevenciones que se tienen contra este ministerio se deben a falta de buena información. 

Se tiene, por ejemplo, la idea errónea de que curación y milagro son casi sinónimos. Por eso llaman milagreros a quienes ejercen este ministerio. Sin embargo, se trata de cosas muy distintas, pues aunque una curación pueda ser milagrosa, esto será la excepción.
San Pablo distingue en la enumeración que hace de los carismas entre curaciones y milagros (1Cor 12, 4-11):
Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también en el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como Él quiere.
La misma distinción encontramos en Hechos 4, 29-30:
Ahora, Señor, mira sus amenazas, y permite a tus servidores anunciar tu Palabra con toda libertad: extiende tu mano para que se realicen curaciones, signos y prodigios en el nombre de tu santo servidor Jesús.
Otros creen que ejercer el ministerio de sanidad corporal es propio de santos. Olvidan que el ejercicio de cualquier carisma puede darse en personas que estén en pecado, y que lo que muestra la santidad de una persona es el amor con que ejerza los carismas. Judas y Caifás ejercieron carismas, a pesar de lo que eran, y nosotros los sacerdotes podemos estar en pecado y consagrar válidamente en virtud del carisma que recibimos el día de nuestra Ordenación.

Otros toman una posición muy cómoda para no ejercer el carisma de sanidad y es la de afirmar que para eso están los médicos y las medicinas modernas. Pero cuántas personas carecen por pobreza de estos recursos, y cuántas enfermedades son incurables. La oración por curación no excluye ni la visita al médico ni el uso de medicamentos, quien pueda disponer de estos recursos debe hacerlo; pero en estos casos no sobra la oración, pues ésta puede ayudar para que el médico acierte mejor el diagnóstico y en la formulación de la droga mejor y para que ésta obre con mayor eficacia. (La lectura del capítulo 38, versículos del 1 al 9 del libro del  Eclesiástico da mucha luz sobre este punto):
Honra al médico por sus servicios, como corresponde, porque también a él lo ha creado el Señor. La curación procede del Altísimo, y el médico recibe presentes del rey. La ciencia del médico afianza su prestigio y él se gana la admiración de los grandes. El Señor hizo brotar las plantas medicinales, y el hombre prudente no las desprecia. ¿Acaso una rama no endulzó el agua, a fin de que se conocieran sus propiedades? El Señor dio a los hombres la ciencia, para ser glorificado por sus maravillas. Con esos remedios el médico cura y quita el dolor, y el farmacéutico prepara sus ungüentos. Así, las obras del Señor no tienen fin, y de Él viene la salud a la superficie de la tierra. Si estás enfermo, hijo mío, no seas negligente, ruega al Señor, y Él te sanará.
Tampoco hay que esperar resultados inmediatos cuando se ora por un enfermo. A nosotros nos toca solamente orar y dejar al Señor el resultado. Generalmente la salud se recupera mediante un proceso que puede ser muy largo pero que es muy útil para que el enfermo vaya conociendo mejor al Señor y vaya mejorando sus relaciones con Dios.

Otros sacerdotes dicen que para este fin tenemos el Sacramento de la Unción de los enfermos y que lo demás sobra; no tienen en cuenta que la Renovación Carismática Católica da gran importancia a este sacramento. Además, hay muchos casos de enfermedad que no permiten la administración del Sacramento pero sí el Ministerio de Sanidad por la Oración.
 
FRUTOS DEL MINISTERIO DE SANACIÓN

 1.- Experiencia del Amor de Cristo.

El gran valor pastoral de este ministerio de sanidad consiste en la experiencia que reciben los enfermos del amor de Cristo que aparece de manera concreta en su compasión por los que sufren. Cuando uno ora al Señor por un enfermo y con él, siempre hay una manifestación de paz y alegría en él, aunque no se dé ningún cambio aparente en el estado de su salud. 

Con este ministerio la gente comprende mejor la realidad de un Jesús vivo que es el mismo siempre y que ahora hace por ministerio de la Iglesia todo lo que aparece en el Evangelio.

Muchos que han oído decir frecuentemente que “Dios es amor”, sienten por primera vez la realidad de ese amor paternal cuando alguien implora de Él la salud para uno de sus hijos y éste la obtiene, sea de una manera total o al menos parcial.

Hablamos mucho en teoría del amor de Dios, pero nos da miedo hablar de su experiencia. Y ¿cómo vamos a predicar con fuerza el amor de Dios si no hacemos nada para que un enfermo lo palpe?

Lo que hallo más interesante en el Ministerio de Sanación es este aspecto pastoral del encuentro real de los enfermos con el poder y el amor del Señor. Más aún, si no fuera por este aspecto, yo no hallaría mucha razón de ser en esta tarea. Mientras no se descubra este aspecto, que es primordial, no se comprenderá ni se valorará debidamente la oración por la curación de los enfermos.

Cuando leemos el Santo Evangelio, vemos cómo un endemoniado, una vez liberado por Jesús, quiere acompañarlo (Mc 5, 18-19):
En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con Él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti”.
Como la suegra de Pedro, una vez curada de su fiebre, inmediatamente se pone a servir a Jesús (Mc 1, 29-31):
Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Era la reacción lógica de quienes habían experimentado la caridad del Señor y querían corresponder a ella con demostraciones concretas de gratitud.

2.- Anestesia divina.

Así llama un autor el fruto de la oración en algunos enfermos. No se curan, pero desaparecen o disminuyen los dolores. Estas personas reciben un gran alivio con la oración que se hace por su curación, y pueden alabar mucho al Señor y desempeñar sus deberes o parte de ellos (**).

(**) De los propietarios de éste blog (Dios Viviente –RCC), yo Juan, tengo esa experiencia, padezco de una enfermedad prácticamente incurable: Psoriasis Artrítica, hace varios años, mis tobillos se inflamaban terriblemente y me producían tantos y tan fuertes dolores que me era -prácticamente- imposible apoyar los pies, por aquella época, yo manejaba un taxi, y esto por supuesto me impedía realizar mi trabajo, el Señor Jesús me sanó de los dolores -¡Bendito y alabado sea su Santo Nombre!- la inflamación aún prosigue, pero el dolor desapareció por completo.

La fuente de la sanación es el amor. Cuando nos acercamos con compasión verdadera a un enfermo él siente esa corriente de amor del Señor en su ser y los dolores disminuyen o desaparecen. Las madres saben esto por intuición y por eso con sus caricias quitan tantos dolores del cuerpo de sus pequeños enfermos.

3.- Que el médico descubra la causa de la enfermedad y acierte en el tratamiento.

No pocas veces esa es la respuesta de la oración que se hace por un enfermo. El Señor es el autor del hombre, de la Ciencia y de las medicinas. Cuando Él lo quiere, da su respuesta a través de estos medios naturales que deben ser tenidos por todos en alto aprecio.

Recuerdo el caso de una señorita que había estado sometida a minuciosos exámenes y a largo tratamientos sin curarse de unos cólicos muy fuertes. Al día siguiente de una oración por su salud, se hizo tomar una nueva radiografía ordenada por el especialista y éste al estudiarla descubrió inmediatamente la causa de la dolencia y dijo que nunca había visto una radiografía tan bien tomada. Casualidad dirán algunos. Respuesta amorosa del Señor decimos quienes creemos en su amor y en su Providencia adorable y paternal. 

Parecido resultado de la oración es a veces el que un paciente ha rechazado una intervención quirúrgica por miedo y con distintas excusas, reciba el valor necesario para someterse a ella y ésta tenga pleno éxito.

4.- Discernir que en algún caso lo prioritario es una sanación interior, no corporal.

Puesto que más del 80% de las enfermedades son psicosomáticas, hay que buscar ante todo, la sanación interior de la causa que origina la dolencia corporal. Para conocer esto en casos especiales se necesita más claridad y ésta es el fruto de la oración.

En el ejercicio de este Ministerio aparece a cada paso la acción maravillosa del Espíritu de verdad que conduce sabiamente a quienes confían sobre todo en su luz y en su amor.

Con el carisma del discernimiento se consigue en determinados momentos la claridad que, de manera distinta, no habría aparecido.
Sobra advertir que en estos casos habrá que orar primero por la sanación interior y dejar la física para el segundo lugar. 

También aparecerá a veces que hay en el enfermo resentimientos profundos y falta de perdón y que a causa de esto no es escuchada su oración por la curación. Con esta visión se procede entonces a pedir al Señor su amor para con él poder perdonar y suprimir así el obstáculo.

5.- Liberación de un hábito nocivo.

Muchas enfermedades pulmonares, gástricas, bronquiales, etc., son el resultado del exceso en el uso del cigarrillo, el alcohol, la droga, etc.

Las personas son prisioneras de esos hábitos y se sienten incapaces de dejarlos. Será inútil orar por la sanación de tales enfermedades mientras subsista la causa de ellas.

La oración en estos casos tiene que buscar, ante todo, la liberación de esa adicción o de ese hábito. Y se consigue cuando se ora con fe y perseverancia y cuando el enfermo añade a la oración humilde el deseo sincero de corregirse y toma para ello las medidas que estén a su alcance. Quizás no nos hemos detenido a reflexionar sobre la necesidad y sobre las posibilidades de esta clase de oración.

Quienes tienen experiencia en esta clase de oración pueden aportar experiencias admirables. Lo que sucede es que frente a nuestra voluntad débil e inconstante tenemos el poder del Espíritu, pero contamos muy poco con Él. Su acción quiere llegar a todas las áreas de nuestra persona y una de las más importantes es la de nuestra voluntad tan debilitada por el pecado y por los malos hábitos. Aprendamos a iniciar muchas de nuestras oraciones con el lenguaje de la Iglesia: “Señor, fuerza de los que en ti esperan...”

6.- Visión para organizar mejor la vida y tener así mejor salud.

La causa de malestares y aún enfermedades en muchos es la falta de organización y orden en el desenvolvimiento de sus ocupaciones y de la debida distribución del tiempo. Aún muchos apóstoles sucumben pronto agobiados por el trabajo debido a esta circunstancia.

Hay personas que se encuentran en situaciones más difíciles y que exigen de ellas un trabajo agobiador. Otras se entregan sin necesidad a un activismo exagerado, expresión a veces de situaciones psicológicas anormales.
Unos creen falsamente que a Dios le agrada únicamente el trabajo y que el descanso es, al menos, imperfecto.

Otros son incapaces de decir no y se entregan al servicio hasta quedar extenuados e incapacitados durante un tiempo para continuar ayudando a los demás con su ministerio.
No pocos creen que tienen que llevar sobre sus hombros todo el peso de la humanidad y pronto caen sin fuerzas.

La oración, la docilidad al Espíritu que muchas veces nos habla a través de personas y de acontecimientos, pueden darnos la luz oportuna para distribuir mejor el tiempo, para actuar de esta o de aquella manera y para proceder en cada circunstancia como el Señor quiere que lo hagamos. 

Somos seres racionales y el Señor quiere que obremos como tales. Él nos da su luz para ver con claridad: si se la pedimos con humildad y con confianza de hijos.

7.- Solución de un problema que influye en nuestra salud.

Las preocupaciones y los problemas cuando son graves y persistentes nos ponen tensos y terminan por afectar nuestra salud. Mientras no encontremos la solución adecuada o mientras no obtengamos la paz y la fuerza del Señor para llevar la cruz con tranquilidad, no sanaremos físicamente, sino que el mal crecerá.

La oración consigue esta gracia y nos sana indirectamente. Aprendemos cuando oramos a “lanzar nuestras preocupaciones en el Corazón amorosísimo del Señor y Él nos reconforta”. Entendemos entonces el valor de la palabra de Dios cuando nos dice:
“Encomienda tu camino al Señor, confía en Él y Él actuará” (Salmo 36).
“Confiad al Señor todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros” (1Pe 5, 7).
 “Por eso os digo: no andéis preocupados por vuestra vida” (Mt 6, 25).
Cuando la oración por sanación consiga la paz, la confianza en el Señor y la seguridad en su amor, entonces vendrá la recuperación corporal como resultado necesario. 

En los Grupos de Oración encuentran muchos la solución de diversos problemas que los tienen agobiados y enfermos, pues la oración unánime de varios tiene una fuerza especial delante del Señor y consigue más de lo que creemos.

8.- Mejoría progresiva.

En muchos casos, principalmente cuando se trata de enfermedades graves o crónicas, el fruto de la oración no es la curación total e inmediata, sino el comienzo de una recuperación que avanzará en la medida en que perseveremos en la oración. Esta mejoría, más o menos apreciable, es la primera respuesta del Señor y encierra una invitación a perseverar en la oración.

La paciencia y la fidelidad en la oración son necesarias en este ministerio de curación. Quienes deseen conseguir efectos inmediatos y extraordinarios sufrirán muy pronto una gran decepción.

Debemos creer en el amor y en el poder del Señor, pero también en su sabiduría que conoce qué es lo que más conviene a su gloria y a la persona por quien oramos. Él es el Señor y nosotros somos sus siervos.

Entre las causas que explican el lento proceso de la curación que aparece frecuentemente está nuestra debilidad y limitación como instrumentos del Señor. Esto debemos admitirlo con humildad, pero sin angustia. Podemos estrechar nuestra unión con Jesús y recibir más poder de su Espíritu, así nuestro ministerio tendrá más eficacia.

9.- Curación inmediata y total.

En este ministerio de sanación encontramos casos verdaderamente admirables y aún extraordinarios. El Señor obra a veces a través de nosotros de una manera especial, sea por la gran fe del enfermo, sea por la mucha oración que se ha efectuado, o porque en un caso particular quiere demostrar de manera más patente su amor y su poder infinitos.

Cuando empezamos a orar por un enfermo, nunca sabemos qué le acontecerá. Este ministerio está lleno de misterios y también de sorpresas. Estamos viendo cómo actualmente aparecen curaciones inmediatas de graves enfermedades como cáncer, leucemia, soplos cardíacos, asmas, etc.

Esto aparece muy claro para quien tiene fe en el poder y en el amor del Señor y está convencido de que Él es el Amo de la vida y de la muerte y que:
 “se le ha dado todo el poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,  18).
Al orar por los enfermos entreguémonos con humildad y confianza a la acción del Espíritu y dejemos que Él actúe en cada caso como quiera. A nosotros nos corresponde solamente orar. El resultado depende del Señor. Suyo es el Reino, suyo el poder y la gloria.

10.- Fortalecimiento mental y físico.

Fruto también del ministerio de oración por sanación es recibir más salud mental y corporal, lo mismo que la conservación de la misma. En la oración que recita el sacerdote antes de comulgar pide que el cuerpo y la sangre de Cristo que va a recibir le sirvan de “defensa para el alma y el cuerpo” y se conviertan en remedio de salvación. 

Agnes Sanford, en su libro Healing Light, aconseja que nos pongamos en oración y le pidamos al Señor que su vida recorra cada parte de nuestro organismo, la reanime, la fortalezca y la sane si está enferma. Esta súplica estará acompañada de una visualización de la acción del Señor en cada parte del cuerpo y de una profunda acción de gracias por el amor infinito que nos tiene.

Nuestra oración tiene que pedir, antes de todo, la santificación y el crecimiento espiritual, pero debe incluir también nuestra fortaleza y salud corporal que constituyen también un gran bien y deben ser tenidas en alta estima.

11.- Apresurar el descanso de la muerte.

Más de una vez al orar por un enfermo que está penando mucho, el resultado es que éste muere pronto y con gran paz. ¿No es éste un fruto maravilloso del ministerio de sanación? ¿No constituye un gran beneficio para quienes tienen que asistirlo?

Nunca sabemos cuál va a ser la respuesta del Señor a nuestra oración. De lo que sí estamos seguros es de que la única oración que se pierde es la que no se hace.

Tomado de Religión en Libertad
 

miércoles, 24 de octubre de 2012

EVANGELIO DEL DOMINGO

XXXº DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN
DE LA IGLESIA




“TU LUZ, SEÑOR,

NOS HACE VER LA LUZ”



DOMINGO 28 DE OCTUBRE DE 2012

PRIMERA LECTURA.

TOMADA DEL LIBRO
DE JEREMÍAS 31, 7-9

Así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: “¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!” Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí! Habían partido llorando, pero Yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque Yo soy un padre para Israel y Efraím es mi primogénito.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
126 (125), 1-6

R.: ¡GRANDES COSAS HIZO
EL SEÑOR POR NOSOTROS!

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones  R.:  

Hasta los mismos paganos decían:
“¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!  R.:  

¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Neguéb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones  R.:   

El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas   R.:  

SEGUNDA LECTURA.

TOMADA DE LA CARTA A
LOS HEBREOS 5, 1-6

Hermanos:

Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados. Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón. Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de Aquel que le dijo: “Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy”. Como también dice en otro lugar: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

¡ALELUYA!

Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia
(2 Tim 1, 10b).

¡ALELUYA!

EVANGELIO.

EVANGELIO DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN MARCOS 10, 46-52

Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!” Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Él te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” Él le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Palabra de Dios.
¡Gloria y honor a Ti, Señor Jesús!

¡NO TE QUEDES QUIETO, DA EL SALTO HACIA JESÚS!

Dios cumple su promesa y salva.
 
En el horizonte abierto por esta salvación prometida y esperada, el profeta Jeremías ve venir una gran multitud que peregrina hacia Jerusalén, dando gracias a Dios y celebrando su liberación. Se comprende que un pueblo desterrado y disperso entienda la salvación en términos de reunión y retorno a la patria querida. Pero Dios, que habla por boca de su profeta, dice mucho más. La invitación al gozo por el retorno de Jacob, por la repatriación de los hijos de Jacob, y a cantar las alabanzas de Yahvé es como una “monición litúrgica” dirigida a una asamblea festiva. Todos los congregados en esta asamblea deben saludar con júbilo al pueblo que ha sido salvado y distinguido por Yahvé entre todos los pueblos de la tierra. Pero, al celebrar el don que Jacob ha recibido, no deben olvidarse de que ha sido Yahvé el que se lo ha concedido.

Seamos agradecidos

Yahvé toma la palabra y confirma su promesa de reunir a los dispersos y conducir a los desterrados, en un segundo éxodo, hacia la tierra que abandonaron. Y porque la palabra de Yahvé es verdadera y no defrauda, el profeta la da por cumplida e invita a la asamblea a celebrar lo que aún está por venir. Se descubre aquí hermosamente la solicitud del Señor que marcha delante de su pueblo, su atención preferente a los más débiles: ciegos y cojos, preñadas y paridas. Es el buen pastor que cuida de los que van a la zaga y se preocupa de que nadie se quede en el camino. La restitución de Israel será perfecta. Los que marcharon llorando a su destierro, volverán llenos de alegría, y hasta la tierra se alegrará con su regreso. La profecía termina descubriendo el corazón de Dios, de donde procede toda iniciativa de salvación. El pueblo ha de comprender que Dios, a pesar de todo, sigue siendo como un padre. Por eso, canta agradecido con el Salmo 125: “El Señor ha sido grande con nosotros, y estamos alegres”.

No nos conformemos con “pedir limosna”.
 
El ciego Bartimeo, echado al borde del camino, ha oído hablar de Jesús y se ha enterado que va a pasar por allí. Mientras pide limosna a los peregrinos que suben a Jerusalén, este pobre ciego pone toda su confianza en el que ha de venir, en el Mesías o Hijo de David. No quiere seguir pidiendo limosna, quiere salir de su frustración, quiere algo más que lo libere… Por el rumor de la gente y el griterío se da cuenta de que se aproxima Jesús y que con Él ha llegado su gran oportunidad. Entonces se pone a gritar con todas sus fuerzas llamando a Jesús Hijo de David, que era el nombre o título con que el pueblo designaba al Mesías prometido. De este Mesías se esperaba la salvación nacional y el cumplimiento de todas las promesas que Dios hiciera a Israel. Se esperaba también que curara a los ciegos, de ahí la gran confianza de Bartimeo. Los que marchaban delante del grupo, al oír los gritos del ciego y lo que decía, le mandaron callar. Pero Jesús se detuvo y lo mandó llamar. Bartimeo, aumentada su confianza, se puso de un salto delante de Dios. También nosotros tenemos que poner nuestra confianza en el Señor, no debemos conformarnos con “pedir limosna”, con ir tirando… Tenemos que “dar el salto” y “soltar el manto”, es decir todo aquello que nos ata, para acercarnos a Jesús. Él es el que auténticamente nos libera.

Descubramos a Jesús que pasa junto a nosotros

A ello nos invita San Agustín en el comentario a este evangelio: “Pasaba Él cuando el ciego gritaba; para sanarlo se paró. El pasar de Cristo ha de mantenernos atentos para gritar. ¿Cuál es el pasar de Cristo? Todo lo que sufrió por nosotros es su pasar. Nació: pasó; ¿acaso nace todavía? Creció: pasó; ¿acaso crece todavía? Tomó el pecho: ¿acaso lo toma todavía? Cansado se durmió, ¿acaso duerme todavía? Comió y bebió: ¿lo hace todavía? Finalmente fue apresado, encadenado, azotado, coronado de espinas, abofeteado, cubierto de esputos, colgado del madero, muerto, herido con la lanza y, sepultado, resucitó: todavía pasa. Subió al cielo, está sentado a la derecha del Padre: se paró. Grita cuanto puedas, que ahora te otorga la visión. Gritemos, pues, y vivamos santamente".

Confesar nuestra fe.
 
Jesús le concede la gracia que le ha pedido y le dice que su fe le ha curado. Bartimeo tiene ya luz y camino. Bartimeo no se quedará sentado en las tinieblas, seguirá a Jesús "glorificando a Dios. La confesión de este ciego, que ha aclamado a Jesús como Hijo de David, ha desvelado públicamente el misterio mesiánico del Profeta de Nazaret. Pronto será todo el pueblo el que aclame a Jesús en Jerusalén y le salude como Mesías, como el que viene en nombre del Señor. Pues ha llegado el momento en el que, si callan los discípulos de Jesús, "gritarán las piedras”. En este “Año de la fe”, Jesucristo nos invita a confesarla y dar testimonio de ella ante todos. 

¿Qué pasaría si cada uno de nosotros manifestara su fe ante una persona, un amigo, un compañero de trabajo…..?


Padre José Mª Martín, OSA
                   España
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Jesús nos bendiga, a ustedes y a nosotros,
Nina y Juan.